EL FANTASMA DE LA TERCIA

El fantasma de la Tercia es una zarzuela en tres actos que fechada en 1940 ha permanecido olvidada hasta su estreno, con motivo del centenario del nacimiento de Julián Santos. Ambientada en su ciudad natal, es un regalo para un pueblo que cada vez le admira más. La acción, inspirada en el teatro clásico, como otras zarzuelas de la época, cuenta los amores y enredos propios del drama rural con tintes aristocráticos. El texto, posiblemente ideado por el propio compositor ha sido revisado y completado con esmero por Ana Ma Tomás. La partitura es inspiradísima y los temas utilizados abarcan desde motivos del folclore jumillano, hasta temas con un espíritu casi verista, pasando por todos los recursos del género en concertados y coros. La orquesta tiene un importante papel lejos del mero acompañamiento, con un tratamiento delicado, matizado en timbres y de una profunda carga dramática que sirve de sustento en el desarrollo de la acción. El lenguaje de Julián Santos es el propio del género con claras influencias neoclásicas en el tratamiento melódico y orquestal, el folclore es tratado en esencia, sin caer en el tópico nacionalista y la expresividad roza el sentido realista del pasado siglo.

El primer acto se inicia con una breve introducción orquestal que muestra la paleta instrumental con la que va a trabajar el compositor, indicando colores y recursos propios. Le sigue un Coro que descubre de manera apropiada la ambientación rural de la obra, y da paso a una preciosista romanza, de Julián, de gran soltura melódica. A continuación se presentan Ana y el Corregidor, con un dúo brillante que nos hace entrar en situación y que da paso a una romanza de la soprano, realmente deliciosa. Un número concertado a tempo de gavotta da el toque dieciochesco mezclando ironía e imaginación con una agilidad melódica clasicista de gran eficacia expresiva. Después aparece el dúo cómico, habitual en el género, que sirve de contraste, ya que se inspira en la popular canción jumillana, Las zapatillas, recreada con la magia de un gran compositor. El acto acaba con una escena con el coro como protagonista, que lleva a un momento espectacular con el baile folclórico de Las enredás, integrando la sabia étnica con una grandiosa visión escénica.

En el segundo acto la introducción orquestal se hace con la cuerda creando un ambiente oscuro y misterioso, con unas bellas melodías presentadas por los instrumentos de viento, en una especie de marcha siniestra para que los personajes muestren su estado de miedo y preocupación y dar paso a un peculiar Coro de ánimas. El cuadro siguiente es uno de los momentos más logrados de la obra, un terceto con Ana, el Corregidor y Clavelera de carácter dramático y esencial para el desarrollo de la trama, bien construido y de gran intensidad vocal.

El terceto se convierte en quinteto con la incorporación de Julián y Luis acrecentando la intensidad dramática con un tratamiento de las voces pleno de expresión. El ambiente se hace más distendido con el terceto del miedo, una mezcla de humor y miedo protagonizado por Chispa, María Manuela y Benigna. Los aires tenebrosos se apoderan de nuevo, con el motivo inicial del acto, la tensión se agudiza con la escena de amor de los protagonistas subrayada con un trasfondo orquestal cálido, profundo y de gran intensidad dramática.

Una cantinela de las Rogativas a la Abuela Santa Ana es utilizada en la introducción del tercer acto para enmarcar la situación en el atrio de la iglesia. El coro canta villancicos populares para dar la bienvenida a los personajes que van deshojando el misterio del fantasma y los amantes. El Corregidor, su amada y el padre de esta cruzan palabras y Julián con Ana y Clavelera todos, en una escena vibrante en la que el coro desde la iglesia, canta nuevos villancicos. A continuación enterado el Corregidor del enredo canta una romanza, noble y melancólica, en la que expresa su desilusión. Un nuevo concertado, tenso y dramático, con diálogos cantables, cargados de pasión crean la expectación que conduce al final. Una mutación orquestal antecede al breve cuadro que sirve de conclusión, un trágico desenlace entristece el ambiente y sobre un expresivo discurso orquestal los personajes cantan desesperadamente el lamento final.